
NAPOLEÓN (1794-1804)
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¡Bonjour estudiantes! Mi nombre es Napoleón Bonaparte. Vuestro profesor me ha dicho que estáis muy interesados en la Revolución Francesa, y que Robespierre os ha estado contando lo que pasó hasta que acabó el Terror. Muy bien, yo os contaré sobre mi vida y cómo siguió la revolución hasta que me coronaron emperador. Estad muy atentos, que seguro que os va a gustar esta historia y no os va a aburrir. Sé que en esta foto de abajo tengo pinta de ser muy serio, pero soy un tío super divertido, ya lo comprobaréis.
On commence!
Nací el 15 de agosto de 1769 en Ajaccio, en la isla de Córcega, que en aquellos tiempos pertenecía a la República de Génova. Es un lugar muy bonito, si vais por allí avisadme y os hago una ruta para que lo conozcáis bien.
De pequeño me encantaban las matemáticas, el resto de asignaturas no me importaban mucho. Cuando tenía 10 años, mi padre me mandó con mi hermano José (que ya me sé yo eso de que le llamáis Pepe Botella en España), a estudiar a la academia militar de Brienne-le-Château, y con 15, me gradué. Después de esto, me marché a París a estudiar a el École Royale Militaire en la sección de artillería. En el mapa podéis ver mi casa, mi primer colegio en Francia y mi colegio en París.
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Cuando acabé en París, me destinaron a Valence y luego a Auxonne. Tanta Francia me cansó bastante, así que decidí volverme un tiempo a mi querida Córcega, que llevaba mucho tiempo sin ir. Justo cuando vuelvo, pum, comienza la Revolución Francesa, y mira que hay que tener mala suerte, porque desde joven me empecé a interesar por la Ilustración y sobre todo por la visión política de los jacobinos.
Lo que pasó por Francia yo no me enteré muy bien, porque yo estaba tranquilamente en una tumbona en la playa. Lo que si sé es que en septiembre de 1792, cuando Prusia invade Francia, el ejército nacional venció en la Batalla de Valmy.
Pero en junio de 1793 me tuve que volver a Francia porque había un nacionalista italiano llamado Pasquale Paoli que no paraba de molestarme, así que le dije, mira majo, me voy pero déjame en paz.
Cuando volví a Francia, andábamos en guerra contra la Primera Coalición de países que temían que la revolución se propagara por toda Europa. Permitidme un spoiler: no les serviría de nada.
Por el norte, contra Holanda, en el sur contra España, al este contra Prusia y al sureste contra Nápoles. Eso está bastante feo, todos contra uno, pero el pueblo francés se envalentonó y a pesar de las derrotas, impidió que el resto de países avanzaran.
Yo en ese momento estaba defendiendo la ciudad de Tolón, en Piamonte contra los ingleses y los españoles. No es por ir de chulo, pero sin mí, hubiéramos durado 5 minutos.
Esto me sirvió para que mi fama como estratega creciera y ya se comenzara a hablar de mí. Abajo podéis ver una imagen del sitio de Tolón.
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En 1794, Robespierre es ejecutado y comienza la etapa del Directorio dirigida por los termidorianos, que eran la alta burguesía. Este año fue más o menos tranquilo en cuanto a guerras, sólo los españoles nos molestaron un poco por el sur pero nada serio.
En 1795, se tomó Países Bajos y se firmó la Paz de Basilea con España. Los ingleses intentaron invadir y ayudar a los contrarrevolucionarios de la Vendée, pero ahí estuve yo dirigiendo a mis hombres para echarles de vuelta a sus islas.
Ese mismo año, se redactaría una nueva Constitución en agosto en la que se volvía al sufragio censitario.
En octubre de ese año, un grupo de realistas organizó una protesta armada, y la Convención me mandó a mi a defender las Tullerías, y como no, les gané. Ya os digo, que ni se os ocurra apostar que me ganáis al Risk porque os fundo.
Mis servicios militares hicieron que mi fama creciera y que me ganara el favor del Directorio. Si es que no había nadie en Francia con el talento que tenía yo, esto es así.
Estaba en una época de la leche, tenía 27 años, era rico, guapo y buen estratega. Pero oye, aunque uno tenga que estar muy pendiente en la guerra, también hay tiempo para el amor.
El 9 de marzo de 1796, me casé con Josefina de Beauharnais, que en aquel entonces era la amante del líder del Directorio, Paul Barras. A ver, puede pareceros mal porque éramos colegas, pero cuando la fama llega, uno se vuelve irresistible. Abajo me podéis ver a mí con Josefina y a mí con 27 años, todo un bombón.
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A Barras no le sentó muy bien lo de Josefina, porque poco después de casarnos, desde el Directorio me mandaron a guerrear por Italia. De esto saqué el lado positivo, y me refugié en que hacía mucho que no comía una buena lasaña, que fue lo primero que hice nada más llegar a Lombardía.
Bueno, os hago un resumen, arrasamos por Italia gracias a mis tácticas militares, ganamos a todos, a Austria, al Papa, a Nápoles... Nos dejan un mes más por allí y ganamos la Serie A, Eurovisión y el Giro de Italia.
Durante esta etapa, me comenzaron a llamar "Pequeño Cabo", que es como mucha gente me conoce a día de hoy.
A finales de 1797, volví a París tras firmar un acuerdo de paz con Austria, que ya habían aprendido que conmigo mejor no jugar. Así terminó la Primera Guerra de Coalición.
Bueno bueno bueno, si llegáis a ver como me recibieron en París, que si héroe, que si salvador, que si guapo... Uno de los días más felices de mi vida. Con esto me di cuenta de que poco a poco, yo era cada vez la nueva figura de la revolución y que la estaba salvando de los peligros externos.
Tras un tiempo en París, me apetecía otra vez un poquito de marcha, así que en marzo de 1798, me uní en la expedición a Egipto con el objetivo de convertirlo en un protectorado francés.
Aquí no nos fue tan bien como en Italia, y perdimos en la Batalla del Nilo todos nuestros barco, quedándonos atrapados en Egipto.
Estuvimos por Siria, por Accra, por Jaffa... ¡como los antiguos templarios! Incluso encontramos la Piedra Rosseta, que puedes conocer lo que es en el vídeo de abajo.
El 23 de agosto me cansé de darme de palos con los ingleses y los turcos, así que decidí volver, pero para cambiarlo todo en Francia...
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Bueno, creo que os he contado suficiente por hoy. Mañana os seguiré contando. Y si esto os ha parecido interesante, ya veréis mañana, porque eso ya sí que fue la caña.
Antes de marcharme a dormir, os dejo una foto mía que subí ayer a Instagram.
Ya queda poco para que me veáis como el mandamás de Francia...
Au revoir!

Bueno, ya estoy aquí de vuelta. Por dónde iba yo… ¡Ah sí, cuando volví de Egipto! Ahora se viene lo bueno, estad atentos.
La situación de Francia que me encontré cuando regresé era un poco mala. El Directorio estaba un poco alterado porque la nueva coalición de países europeos estaba ganándonos en muchos sitios, y el gobierno tenía miedo de una invasión. La popularidad del Directorio era muy baja por su corrupción, y la gente comenzaba a valorar más a los líderes militares como yo. Y con este contexto, me aproveché de mi popularidad para dar el Golpe de Estado del 18 de Brumario de 1799 (lo que vosotros entendéis como el 9 de noviembre), para acabar con el Directorio y comenzar el Consulado en el que yo era el primer cónsul.
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Nada más subí al poder, redacté la Constitución del Año VIII que me otorgaba el puesto de Primer Cónsul. Sí que es cierto que el ego se me subió a la cabeza con eso de ser el más importante de toda Francia, así que dos años después me nombré a mi mismo Primer Cónsul Vitalicio con la Constitución del Año X.
Empecé a hacer un montón de reformas, como la centralización del Estado, un concordato con el Papa o el código civil francés más conocido como el Código Napoleónico, que más tarde serviría para el resto de Europa.

Mientras tanto, los países europeos seguían tocándonos las narices. En 1799 habían formado la Segunda Coalición para derrotar a la revolución.
Al año siguiente volví a Italia, porque los austriacos parece que no les quedó claro lo que pasó en 1797, y les volví a ganar en la Batalla de Marengo.
También mandé al ejército a América, pero allí no nos fue tan bien y los ingleses nos derrotaron, pero mejor no hablar de ello. Bueno, al menos les compramos la Luisiana, algo nos llevamos.
A pesar de estas derrotas, conseguimos ganar la guerra y en 1802, firmamos la Paz de Amiens con el resto de Europa. Habíamos vuelto a salvar la revolución.
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Desde años atrás, los políticos no habían sabido cómo poner fin a la revolución, lo que suponía que la agitación social iba a seguir.
Además, yo quería consolidar mi posición más todavía. Contando con el apoyo de la gente, con las victorias militares y con un carisma más grande que Londres, decidí que era el momento de coronarme emperador.
Así, el 2 de diciembre de 1804, en Notre Dame y con el Papa Pío VII presente, me autoproclamé emperador de Francia y fundé el Primer Imperio Francés, poniendo fin a la revolución y comenzando una nueva etapa en la que ya sí que sí, era el auténtico mandamás. Aquí abajo podéis ver mi ceremonia y un resumen gráfico de la importancia de esta coronación.

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Y así es cómo acabó la Revolución Francesa. Fueron años muy moviditos por toda Francia, pero ahora lo serían también por Europa.
En cuanto a mi, seguí de emperador hasta 1815. Estuve viajando un montón por Europa, llegué hasta Rusia, e incluso la lié tanto que me tuvieron que mandar a una isla en medio del Atlántico. Os dejo este breve vídeo de resumen de mi vida y un pequeño juego para que recordéis mi paso por la Revolución Francesa.
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